311208

recuerdo que odiaba a mi padre. tenía 9, quizá 10.

es la última noche de 2008 y todos reímos. sirvo vino en su copa y lo beso una y otra vez. lo abrazo y juego con sus costillas. comemos, lo observo y me aferro a ese recuerdo. quisiera sacarle las tripas y exponerlas. oler la sangre derramada de la memoria, exprimirle el jugo hasta que seque y erosione.

1991: lloro bajo las sábanas. mi hermano me pregunta qué pasa y yo callo. le reclamo a dios, lo cuestiono y sólo me alimento de preguntas yermas.

la memoria, cambiante y caprichosa. distinta para todos. la mía, polaroids sin secuencia ni línea de tiempo. rostros y lugares aquí y allá. sepia o technicolor. algunas son de un nítido abrumador, otras se han desdibujado por el polvo y la falta de oxígeno.

mi padre: su barba. el fútbol por la televisión, cada domingo. sus salidas al trabajo por la madrugada. su ausencia. la ira. sus historias de juventud (de su salida de casa a los 9 años, de cuando fue trailero, su paso por aguascalientes amarrando gallos a los 16).  su mirada intimidante. el respeto de extraños. los gritos en casa. cuando, encolerizado, bajó a mi madre del auto. su llanto que exhibía el infierno en su corazón. cuánto dolor y culpa.

el trampantojo de nuestra historia. batallas hinchadas de avispas pérfidas. después de la última, mi vida quedó reducida a tres maletas y un apellido. en la calle me hablaban de los lazos de sangre, así que prolongué la hemorragia nasal. no vi nada. por favor, díganme dónde están. quiero sentirlos, vestirme con ellos, olerlos y destruirlos cuando me asfixien.

lloraba por las noches y reclamaba a dios que ella muriera y no él.

2008: escucho la música del fin de los tiempos y lo quiero más que nunca. sólo existe este cello y la voz grave que recita el poema de aves alcoholizadas y trenes erráticos. se extingue la luz del último día del año. los evito a todos, amigos y estúpidos. las calles y los centros comerciales me provocan náusea. quiero perderme entre los árboles, ver los pinos estremecer con ese violín de melancolía fatal y abrazarlo.

ya no hay juicios pero vaya que el dolor es terco. perder y ganar tiempo. las utilidades del silencio y los beneficios de la distancia. la ociosidad de las palabras y la elocuencia de su beso en mi frente.



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